lunes, 13 de enero de 2014

No Veo, solo Siento

Sentado al borde del acantilado en presencia de la inmensidad del oceano y  en compañía de  dos jóvenes gaviotas que disfrutan haciendo surf contra el viento bajo un manto de cielo azul, cierro los ojos, respiro profundamente y solo siento.
El sonido de las olas golpeando las rocas son melodías que me calman y me hacen soñar, la brisa, salada por el mar  me roza la cara  como caricias de amistad, los aún débiles rayos de sol son suficientes para calentar mis manos,  en el aire reconozco el olor de mi niñez que algunos días  se colaba por mi ventana cuando soñaba con escapar y ser mayor. Sin la vista el resto de mis  sentidos se multiplican  a la vez que mi sonrisa  en un concierto de sensaciones que hacen que me sienta parte de la naturaleza, consiguen  sin esfuerzo que en ese instante me sienta vivo de verdad.
El poder y la magia del mar hacen que  me sienta protegido, cuidado y en casa, su soledad me acompaña siempre.



La sala esta oscura y casi no distingo ni su figura, el sonido de sus tacones al caminar y su perfume con aroma a  jardín recién regado por la lluvia me anuncia que se esta acercando lentamente, no veo, solo siento.
Solo puedo imaginar su rostro en mi cabeza, ojos oscuros y profundos, labios carnosos, suaves  y una sonrisa que ilumina la vida, los pocos metros que nos separan me parecen kilómetros que tarda una vida en recorrer.
Un  suave susurro , una leve palabra de tentación se transforma en mi oído  en literatura de una fantasía prohibida. Puedo escuchar con nitidez el latido de su corazón y tararear el ritmo de su respiración cuando esta tan cerca. Siento sus  manos empezar a  recorrer mi cuerpo de forma pausada y ágil , su tacto crea pequeñas conexiones de energía en mi piel que hacen magia, el corazón empieza a latir mas deprisa, la sangre de mis venas se dispara sin destino. Cuando decide regalarme el primer beso sus labios se funden con los míos sintiendo su dulzura y pasión, me deja  parte de su vida en ese momento, la conexión química y espiritual  de ese primer beso es lo mas parecido al principio de la vida, una explosión que precede a todo lo demás,  lo que sientes es de verdad y desde ese instante ya no quieres que se vaya porque irremediablemente forma parte de ti. La experiencia de sentirla sin tan siquiera contemplar su belleza es como deslizarse  por un  arco iris lleno de colores y felicidad.



Una excursión de verano por el  valle termina en  el interior de una bodega llena  de cubas de madera, cada una  con una historia que contar, miman el vino y guardan en secreto su historia. Una cata de vinos  que pone a prueba los sabores de las vides y donde se puede descubrir el universo entero en una  sola copa de vino, solo hay que sentirlo. Te explican lo que puedes descubrir en cada vino, tienes al alcance de los labios  sabores de  hierbas, flores, frutos o incluso minerales, aunque  cada uno explora sus propias sensaciones y los recuerdos que te evocan de tu propia vida. Una explosión de cosquillas  que revolotean en tu paladar, tienes el fruto de la tierra a tu alcance, solo hay que cerrar los ojos y disfrutar del paraíso. La pasión de la tierra al cuidar la vid se merece  que te permitas saborear  su resultado con la misma pasión, poniendo el sentido del corazón en cada cata. Los placeres que logras percibir son infinitos bailes que surgen de la  misma raíz de la vida.



Cuando uno se  aleja de lo superficial  puede ampliar la capacidad del resto de sus sentidos y logras literalmente exprimir  las pequeñas gotas de belleza y felicidad que  puede esconder la vida detrás de una copa de vino, de un paisaje hermoso o detrás de la mujer de tus sueños. Están a nuestro alrededor, solo hay que detenerse, cerrar los ojos y simplemente escuchar como la vida te cuenta cual es su sentido y como formas parte de ella.











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